sábado, 4 de agosto de 2012

Domingo 17 Durante el Año



1. «Comerán y sobrará».

En la primera lectura se narra un milagro realizado por el profeta Eliseo. Este milagro, que tiene que ver con la comida, es evidentemente una especie de imagen anticipada del milagro de la multiplicación de los panes y los peces que se narra en el evangelio. Algunos detalles de ambos relatos son comparables: la escasez de los alimentos presentados, la orden: «Dadles vosotros de comer» (cfr. Mc 6,37 par), la comida y los restos (en Eliseo según lo había previsto el Señor). El milagro del profeta es de un formato más modesto: la cantidad de alimentos disponibles es mayor, la multitud (cien personas) es menor; el milagro se realiza en virtud de una decisión de Dios, no merced a la omnipotencia de Jesús. Esto no obstante, el paralelismo es asombroso. Se muestra con ello que Jesús, tanto en éste como en otros casos, no actúa según su propia fantasía, sino que cumple exactamente, en perfecta obediencia, la Escritura, aunque la supera ampliamente. Hasta que pronuncia sus últimas palabras en la cruz, Jesús tiene muy claro que debe «terminar de cumplir la Escritura» para que «todo quedara terminado» (Jn 19,28). Las obras que Dios había comenzado en la Antigua Alianza mediante el ministerio de sus profetas, se consuman mediante la omnipotencia del Hijo en la Nueva, una omnipotencia que es al mismo tiempo obediencia al Padre.

2. «¿Qué es eso para tantos?».

El milagro que Jesús realiza en el evangelio, dando de comer a unos cinco mil hombres, es al mismo tiempo, como superación del milagro del profeta, la revelación de la gracia divina otorgada a la humanidad: Jesús convierte -como en Caná- lo poco que los hombres tienen que ofrecer en una sobreabundancia inconcebible. Dios, que ya en la naturaleza es incomprensiblemente pródigo, se revela en el orden de la redención más generoso que el derrochador más despreocupado; pero, en primer lugar, aquí no hace llover del cielo el maná como signo de su prodigalidad, sino que utiliza las escasas provisiones del hombre; en segundo lugar no deja que se pierda su sobreabundancia inconcebible, sino que manda recoger las sobras para que sus discípulos -la Iglesia- tengan una provisión eterna que pueda ser distribuida a todos los que tengan necesidad de ella. Si en Caná el maestresala ve en las seis tinajas de vino una locura incomprensible, aquí la locura divina, que da mucho más de lo que puede consumirse, es al mismo tiempo la sabiduría de Dios que hace perdurar esta locura de la sobreabundancia a través de toda la historia; todos los que tienen sed reciben el agua «de balde» (Ap 21 ,6; 22,17).

3. «Un solo cuerpo y un solo Espíritu».

La segunda lectura remite a la verdadera multiplicación de los panes de Jesús, la de su cuerpo en la Eucaristía, al igual que la promesa de ésta en Juan sigue inmediatamente también al milagro de la multiplicación de los panes y los peces. La aparente insignificancia de un trozo de pan se convierte en la sobreabundancia de la autodonación del cuerpo de Jesús, que sacia a los que lo comen, pero no individualmente, sino uniéndolos a todos en un solo Espíritu, que se muestra en que todos participan en la humildad, amabilidad y paciencia de Jesús, lo que les hace participar también como verdaderos cristianos en la fuerza milagrosa de Cristo, que puede unir al mundo hambriento y desesperado en «una sola esperanza» en un «único Dios y Padre de todos».

HANS URS von BALTHASAR
LUZ DE LA PALABRA
Comentarios a las lecturas dominicales A-B-C
Ediciones ENCUENTRO.MADRID-1994. Pág. 181 s.

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