domingo, 13 de marzo de 2011

1º Domingo de Cuaresma - Las tentaciones de Jesús

El Santo Padre, Benedicto XVI, en su libro Jesús de Nazaret, realiza una profunda e interesante interpretación de las tentaciones de Jesús, según la narran los evangelios.

Podés descargar el archivo haciendo clic aquí

También te proponemos las siguientes reflexiones:

Comentario de San Agustín

«Nuestra vida en medio de esta peregrinación no puede estar sin tentaciones, ya que nuestro progreso se realiza precisamente a través de la tentación, y nadie se conoce a sí mismo si no es tentado, ni puede ser coronado si no ha vencido, ni vencer si no ha combatido, ni combatir si carece de enemigos y de tentaciones...

« Cristo nos incluyó en Sí mismo cuando quiso verse tentado por Satanás. Nos acaban de leer que Jesucristo, nuestro Señor, se dejó tentar por el diablo. ¡Nada menos que Cristo tentado por el diablo! Pero en Cristo estabas siendo tentado tú, porque Cristo tenía de ti la carne, y de Él procedía para ti la salvación; de ti procedía la muerte para Él, y de Él para ti la vida; de ti para Él los ultrajes, y de Él para ti los honores; en definitiva, de ti para Él la tentación y de Él para ti la victoria. Si hemos sido tentados en Él, también en Él vencemos al diablo.

«¿Te fijas en que Cristo fue tentado y no te fijas en que venció? Reconócete a ti mismo tentado en Él, reconócete también vencedor en Él. Podía haber evitado al diablo; pero, si no hubiese sido tentado no te habría aleccionado para la victoria, cuando tú fueras tentado»

(Comentario sobre los Salmos, salmo 60,2-3).


Homilía del card. von Balthasar

1. Tentación y caída.

La historia del pecado original de la humanidad (primera lectura) aparece explicada en la leyenda de la seducción de nuestros primeros padres como tentación de querer ser como Dios. Lo más importante del relato es primero que Dios no ha creado al hombre como alguien extraño con respecto a él, sino en una relación de amistad ofrecida por la gracia. Y después que Dios tiene que dejar libertad de elección a una criatura a la que concede el mayor de los dones, la libertad. Un ser «fosilizado» en el bien sería todo menos libre. Y aunque Dios sabe de antemano que el hombre, en esta su libertad de elección, sucumbirá a la tentación de ser como Dios, sabe más profundamente aún en su plan de salvación sobre el mundo, que Uno, al que El enviará como su Hijo a la misma tentación, resistirá en medio de la tentación y obtendrá para toda la humanidad la victoria sobre ella. Los primeros hombres habían imaginado que el conocimiento no sólo del bien sino también del mal les haría más semejantes a Dios, pero quien quiere penetrar en las «profundidades de Satanás» (Ap 2,24), pierde el gusto y el conocimiento del bien. Y como el bien es la verdad y el mal la mentira (la serpiente miente, el diablo es el padre de la mentira: Jn 8,44), el hombre pecador se abisma en una ignorancia más profunda.

2. Tentación y victoria.

El evangelio describe el triunfo de Jesús después de un ayuno de cuarenta días. Se trata por tanto de un momento en el que, naturalmente, Jesús era más débil y estaba más expuesto a la tentación que nunca, pero, sobrenaturalmente, era más fuerte y estaba más seguro de su triunfo que nunca. Su tentación es perfectamente auténtica: experimenta la atracción del mal no superficialmente, pues no se trata de una satisfacción sensible que está prohibida, sino de algo mucho más profundo, de la desobediencia a su misión divina. Podía procurarse el favor de la multitud realizando un milagro espectacular, el poder sobre el mundo (que él debe conquistar realmente para Dios) aceptando la oferta del que es de hecho «el jefe de este mundo» (Jn 12,31; 1 Co 2,6-8), pero a condición de reconocerle como tal. Ninguna tentación ha sido más auténtica, más grave y más decisiva para el destino del mundo. Jesús, que en su tentación conoce tanto el poder del mal como el del bien, Dios, se decide con verdadera libertad humana por el bien; bastan tres citas de la Escritura para invalidar los falaces argumentos escriturísticos del diablo («El demonio puede citar la Escritura según le conviene», dice Shakespeare). La obediencia a Dios eleva la libertad de elección a la libertad perfecta.

3. La desproporción.

Pablo muestra (segunda lectura), repitiendo cinco veces la misma idea, que la universalidad e incluso la profusión del pecado en toda la humanidad han sido superadas por la obediencia de Uno, que no es un hombre cualquiera, sino el que representa ante Dios a la totalidad de la humanidad: su resistencia a la tentación, su perfecta obediencia tiene tal fuerza que gracias a ella «todos serán constituidos justos». La afirmación es tan categórica y tan universal que se podría pensar que todos los hombres se convertirían automáticamente en justos por la acción de Cristo. Pablo no dice eso, pero sí que en virtud de la acción de Jesús los hombres ya no son esclavos del pecado, sino que han recibido la gracia de la justicia, de la filiación divina, la libertad concedida por gracia de decidirse por la justicia. Y con ello también la libertad de elegir seguir a Cristo en el tiempo de penitencia que viene.

HANS URS von BALTHASAR
LUZ DE LA PALABRA
Comentarios a las lecturas dominicales A-B-C
Ediciones ENCUENTRO.MADRID-1994.Pág. 44 s.

No hay comentarios:

Publicar un comentario